lunes, 2 de febrero de 2015

LEYENDAS DEL PIRINEO ARAGONÉS

Viejas y valiosas leyendas populares: LEYENDAS DEL PIRINEO ARAGONÉS

El nacimiento del Monte Perdido

     El Monte Perdido es la tercera cumbre de la cordillera pirenaica y es también el escenario de diversas leyendas. Entre ellas, quizás la más bonita sea la que alude a un Palacio Mágico que existe en su cima. Según cuenta la leyenda, este maravilloso Palacio fue construido en el origen de los tiempos por el mítico Atland, el cual hechizó la construcción para que no pudiera entrar cualquiera. Protegido por murallas y torreones de materiales pulidos, en su interior se cobijaba una vasta extensión de jardines y prados que evocaban el mismísimo paraíso terrenal. Pero el Palacio permanecía hechizado y tan sólo era posible entrar en él a lomos de un caballo volador.

      Otra de las leyendas en torno al nacimiento del Monte Perdido es aquella que cuenta que existía en los pirineos un ermitaño muy alto que prefería vivir alejado de la sociedad, por ello la gente le tenía un profundo temor. Un buen día, un cazador orgulloso decidió ir a cazarlo y darle muerte. Lo mató y cuando volvió al pueblo fue a contarlo a sus vecinos y en el preciso instante que daba la noticia cayó un rayo sobre él. Tras esto, de entre las nubes, apareció un monte, era el alma del ermitaño, y se llamó Monte Perdido.

     Otra interpretación de la formación de la mítica montaña dice que acudió un pobre mendigo a un pastor montañés y le pidió algo de comida. El pastor, duro de corazón, le reprochó que él también tenía hambre. El mendigo insistió y el pastor le dio la espalda, así que el mendigo le dijo “Te perderás por avaricioso, y allí dónde te pierdas saldrá un gran monte, inmenso, tan grande como tu falta de caridad”. Y dicen que se nubló el cielo, se espantaron todas las ovejas y el perro, lo perdió todo y él se convirtió en el monte perdido.



La montaña de Formigal

     Anayet y Arafita eran tal vez lo dioses más pobres de la montaña, les habían despojado de sus pinares y abetales, hasta sus ganados escaseaban en sus senderos, que se habían convertido en pasos de contrabandistas. Anayet y Arafita eran trabajadores, honrados y felices y tenían una hija preciosa, la diosa Culibilla a la que el cielo dotó de todas las bellezas y cualidades. Nada quería saber nunca de las pretensiones de todos los dioses pirenaicos. Sus mejores afectos eran hacia los corderillos que competían en blancura con los inmensos heleros y glaciales que rompían el verdor de sus montañas.Y más aún amaba a las humildes y trabajadoras hormigas blancas que durante el verano continuaban blanqueando la montaña, hasta el punto que Culibilla la bautizo con el nombre de Formigal.
 
   La tranquila paz se acabó el día que Balaitus se enamoró ardientemente de Culibilla. Balaitus era fuerte, poderoso, temido por todos y nadie se oponía jamás a sus deseos. Él amasaba las terribles tormentas del Pirineo y forjaba los rayos capaces de destruir todo lo que le apeteciera. Era violento como ninguno cuando se enfadaba y hacia correr sus carros por encima de las nubes, estremeciendo hasta los cimientos de las montañas.
     Culibilla lo rechazó, pero en mal momento ya que a él era la primera vez que lo rechazaban, y juró raptarla.
     En tres zancadas dicen que se presentó Balaitus ante Culibilla, decidido a cumplir su propósito. Las montañas todas estaban atónitas, sin atreverse a defender a la diosa. Y dice la leyenda que entonces Culibilla, al verse perdida, grito: ¡A mí las hormigas! A millares acudieron de todos los sitios las hormigas blancas que empezaron a cubrir a Culibilla ante los ojos de Balaitus que, horrorizado, emprendió la huida. Culibilla, en el colmo de la amistad y el agradecimiento, se clavó un puñal en el pecho para guardar dentro junto a su corazón a todas las hormigas: es el Forau de Peña Foratata. Y cuenta que los que suben al Forau de la Peña pueden claramente oír los latidos de Culibilla, la diosa agradecida. Y aseguran también que en Formigal, desde entonces, ya no hay hormigas blancas: todas las tiene ella.

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